miércoles, 28 de diciembre de 2011

No cámara, pero dos ojos: día 2.

27 de diciembre de 2011

Hoy todos despertamos muy tarde, eran casi las 12 pm. Lo primero que hice fue levantarme a desayunar con mi familia. Hartos ya del recalentado navideño, nos hicimos huevos con verdura, unos frijolitos y tortillas de maíz calientitas. Si los olores y sabores pudieran fotografiarse o describirse a la perfección… bueno, ustedes saben.

Al terminar, nos pusimos en acción. La casa era un completo desorden después de la fiesta de navidad. Envolturas y cajas de regalo por aquí, platos desechables por allá, restos de comida sobre la mesa, y una torre de más o menos un metro de alto (sin exagerar) de platos, tenedores, ollas, vasos y demás que a su humilde servidora le tocó lavar, tuve dos horas de plática intensa conmigo misma, hasta me caí mal. Por la ventana, veía a los becerritos que seguían paseándose en el corral.

La tarde la ocupamos en limpiar y preparar las cosas para la venta. Una señora del pueblo llegó de visita a la casa, Doña Anita, acompañada de su nieta Nancy y su esposo, Don Isidro. Mi tía les ofreció café y galletas, yo escuchaba la plática mientras enrollaba salchichas en tocino. El clima y una señora que había fallecido mientras estaba en misa, eran el tópico.

Por la noche salí de nuevo con mi tía a la carreta, por Dios, hubo tanta gente que ni siquiera pude ponerles atención. Iban y venían, comían, pagaban y se iban. De los que sí me acuerdo, y porque fueron los últimos dos clientes que se quedaron, fueron un señor ya mayor y de una niña de unos 6 años. Él platicaba con mi prima mientras esperaba una orden de papas, yo, al lado de una mesa miraba a la niña que estaba agarrada de un tubo, y daba vueltas y piruetas, me causó tanta gracia porque parecía teibolera, qué pena, pero de verdad no pude evitar reírme, el señor volteó a verme y me callé, me miró con cara de “¿y a esta qué le pasa?” Entre dientes continué riendo, ahora sí, si la hubiera fotografiado, me ponen la regañada de mi vida.

Para las 10 pm, ya no había nada que vender, y eso fue bueno, aunque no aguantaba el cansancio. Luego miré al cielo, y me di cuenta de la preciosa noche que había. La luna brillaba en lo alto y se dejaba ver  entre las nubes, el clima era frío pero agradable. Me senté en la banqueta a contemplar a aquello que iluminaba y lo grabé en mi mente para después escribir unas palabras aquí, esa fue mi foto del día.

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